Sin lugar a dudas el trabajo en la mayoría de nuestras plataformas operativas ha evolucionado mucho en los últimos años.

Las nuevas exigencias en cuanto a calidad de servicio, eficiencia y el necesario rigor técnico, sumados al desarrollo de la tecnología y los nuevos desafíos que la gestión de personas impone en la actualidad, nos urgen a hacer una autocrítica y replantear los actuales puestos de tramitación (y por extensión otros muchos en nuestras organizaciones) y redefinir sus funciones con el fin de realizar una gestión marcada por la transparencia, el rigor técnico y la excelencia, en un entorno social exigente, donde el tramitador aporte un alto valor añadido para el asegurado, mediante una ágil gestión adaptada a las necesidades de los asegurados y la búsqueda de soluciones adecuadas a cada siniestro.

Esta manera de gestionar los siniestros, precisa asimismo un reajuste de los estilos de supervisión para que potencien la autonomía, la capacitación y el desarrollo de estos profesionales. Con este desarrollo y capacitación podemos conseguir que se ofrezca un servicio con el rigor técnico que se nos exige.

Esta redefinición de la función de tramitación de siniestros, exige la identificación, definición y potenciación de unas competencias diferentes a las actuales y el desarrollo de habilidades personales menos prioritarias hasta ahora, ya que hasta ahora bastaba con gestionar. Ahora se nos pide como decíamos rigor técnico e impone en definitiva, la necesidad de reformular con visión integral, la forma en la que gestionamos el talento para ponerlo al servicio de nuestros asegurados.